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En la vida moderna, es fácil desconectarse.
Nos movemos deprisa, pensamos demasiado y olvidamos escuchar lo que el cuerpo y el alma intentan decirnos en silencio.

El equilibrio no se encuentra fuera, sino dentro, cuando aprendemos a respirar, detenernos y sentir.

El cuerpo: el templo del presente

Tu cuerpo te habla con sensaciones, con cansancio o energía, con tensión o ligereza.
Escúchalo. Muévelo con respeto.
El Yoga nos enseña que cada postura, cada respiración, es una forma de honrar la vida.

La mente: el espacio del silencio

La mente puede ser un mar en calma o una tormenta.
A través de la meditación y la atención plena, aprendemos a observar sin juzgar.
Cuando la mente se aquieta, el corazón puede expresarse.

El alma: el centro luminoso

El alma es esa chispa que nos recuerda quiénes somos realmente.
Cuando cuerpo y mente se armonizan, el alma brilla con más claridad.
Ahí surge el equilibrio, la serenidad… y la conexión con lo divino que habita en cada uno.


Vuelve a tu centro

No busques equilibrio afuera; créalo dentro de ti.
Respira, siente y vuelve a tu centro.
Esa es la verdadera práctica del Yoga: reconectar con tu esencia.

 Cuando el cuerpo se relaja, la mente se silencia y el alma sonríe… estás en equilibrio.

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